lunes, 11 de mayo de 2015

Racismo dentro y fuera de la comunidad LGBT+

Hace ya varias semanas (o siglo y medio, en tiempo de Internet) Naparuj Mond Kaendi y Thorsten Mid se volvieron foco de atención de las redes sociales por ser una pareja interracial con obvias diferencias. Si no los ubican, son mejor conocidos como "el alemán y el tailandés".


La reacción ante esta pareja en redes sociales incluyó mucho racismo y clasismo. Eso no me sorprendió. Lo que sí me sorprendió fue la reacción a la reacción. Mucha gente parecía sorprendida de que el clasismo y el racismo existieran en la comunidad LGBTTTIA+ mexicana. Mi pregunta es ¿por qué?

No por ser minoría estamos exentos de prejuicios. Dentro de nuestra propia comunidad existe la misoginia, racismo, clasismo e, irónicamente, hasta la homofobia, transfobia y bifobia. Si ser víctima de discriminación te librara  automáticamente de prejuicios, la comunidad afroamericana en Estados Unidos hubiera apoyado sin cuestionamiento alguno la lucha por derechos de la comunidad gay. Obviamente, no fue así.

Cuando no era sorpresa, era una condenación extrema. En twitter alguien describió este racismo como una muestra de la "podredumbre" de la comunidad gay. De nuevo, ¿por qué?

México es un país clasista y racista. No es noticia que el dicho "como te ven, te tratan" es real y más palpable aún para gente que se parece más a nuestro antepasados indígenas. Una persona blanca puede más fácilmente relajar su manera de vestir sin tener miedo a miradas sospechosas, alguien moreno y chaparro no puede darse el mismo lujo.

Hay un sin fin de referentes de estatus económicos y raciales que reconocemos y juzgamos inconscientemente. ¿Usa ropas típicas? Mal (a menos de que sea una mujer blanca y alta presumiendo el trabajo de artesanas Chiapanecas). ¿Reloj grande e iPhone? Bien (a menos de que vaya en pesero). ¿Se tiñe el cabello de colores? Inventada (a menos de que sea o parezca extranjero). La lista es interminable.


Todos crecemos en este ambiente, sin importar nuestro género, clase social, raza o identidad sexual. Aunque no veamos telenovelas podemos más o menos reconocer el papel de cada uno de los personajes viendo el póster. Lo que nuestra cultura considera "correcto" y/o "superior" es constantemente reforzado en la publicidad que vemos a diario, en la manera que los noticieros dicen las noticias, y en los mensajes que leemos en nuestras redes sociales. Nadie es inmune y la gente que se cree inmune normalmente sólo no se ha dado cuenta de cómo y qué tanto le afecta.

Con todo esto en mente, ¿cómo puede ser sorpresa que la comunidad gay de México sea clasista y racista?


No creo que los gays de México seamos más racistas o clasistas que los heterosexuales de México. Esto no nos justifica (ni a los gays, ni a los bugas) pero tampoco creo que sea razón para tajantemente condenarnos.

Parece que a muchos se les ha olvidado algo: el racismo y el clasismo, así como la homofobia y demás prejuicios, no son inevitables ni incorregibles. Aunque hay estudios que prueban que desde pequeños estamos predispuestos a preferir la compañía de personas que identificamos como de "nuestro grupo" también hay estudios que muestran que lo que consideramos "nuestro grupo" se puede ampliar y que personas que crecen dentro de grupos diversos son menos propensas a discriminar (http://theatln.tc/1KYRQOK).

La lucha contra los prejuicios es constante y no se limita a criticar cuando otros discriminan. Es tratar de estar conscientes de todas las veces que hacemos de menos a alguien más por su manera de vestirse, actuar o expresarse y activamente tratar de cambiar. Incluye saber que nadie es perfecto y que a veces nos enfrentamos a prejuicios que no sabíamos que teníamos.


Es tentador al ver actos de racismo o cualquier otro tipo de discriminación ponerse en una posición de condenación. Decir "yo jamás haría algo así porque yo sé que está mal". Colocamos esa distancia porque se nos ha enseñado que el racismo es algo malo y no queremos tener relación alguna con él. Tener la humildad y auto crítica para aceptar que estos pensamientos presentes en todo lo que consumimos también están dentro de nosotros no es aceptar alguna derrota, sino un paso más a formar una comunidad que acepta la diversidad.

Muchos ponen en primer plano en la lucha contra la discriminación a la educación. Entiendo por qué. Cuando abres tu mente y mundo a las muchas posibilidades que existen, es difícil aceptar las limitantes que te pone una sociedad que discrimina. No es coincidencia que la gente que está en contra de la diversidad de cualquier tipo busque controlar lo que la gente puede ver y leer. Pero hay otra herramienta igual de importante: la empatía.

La empatía, el ser capaz de ponerse en los zapatos del otro, es algo de lo que se habla poco pero es invaluable en la lucha para eliminar la discriminación. La empatía es igual que un músculo: mientras más la ejercitamos más fuerte se hace y si no la usamos se atrofia. La empatía nos acerca a desconocidos en vez de separarnos de ellos por medio de chistes y estereotipos.


Al ver las fotos de Naparuj Mond Kaendi y Thorsten Mid debo admitir que yo también sentí envidia. Una envidia parecida a la de los que pensaron "qué suertudo Tailandés". Pero luego pensé, "¿por qué el suertudo es el Tailandés? ¿Por qué está idea de que el alemán se está rebajando o haciéndole un favor?" La respuesta es obvia: por todos lados vemos mensajes de que un novio como Thorsten Mid es ideal, mientras que uno como Naparuj Mond Kaendi no. Aún en las campañas pro derechos LGBT si vemos dos hombres o dos mujeres besándose normalmente son personas que se adhieren a lo que se considera atractivo. Es fácil darle like a la foto posada de dos modelos guapos tomados de la mano, pero cuando vemos la realidad de Thorsten y Naparuj en el metro lo que hay son críticas.

No se trata de hacer más a Naparuj o menos a Thorsten. Se trata de aceptar que tenemos prejuicios que salieron a la luz con sus fotos, pero que podemos aceptarlos, confrontarlos, y dejarlos atrás. Se trata de ver una foto de una pareja que se ve contenta y no juzgarlos por su raza, género o diferencia de estaturas. Se trata de usar la empatía para ver a dos personas felices y compartir esa felicidad con ellos.